Diario de a bordo de un proceso creativo en busca de un cuerpo des-situado a partir del cuerpo situado, obviando la quimeras conceptuales, sin dejar de ser conceptual; creando realidades des-reales a partir de realidades concretas; jugando sin fantasear; haciendo método del proceso sin hacerse un profesional del método del proceso; por ahí, haciendo…; creyéndome, más que otra cosa, la cosa afectiva
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Sobre RUIDO DE FONDO #3. La vida de los monstruos, de Cel Ras. En el Teatro de los Manantiales, Valencia, domingo 31-10-2010
Es ingente la cantidad de creaciones que ahondan en la idea de la identidad y si bien podía verse como recurrente, es una temática siempre posible y siempre diversa, en tanto que haya personas o creadores distintos que la traten.
Pep Garrigues es un monstruo en RUIDO DE FONDO #3. La vida de los monstruos, la última pieza de la compañía Cel Ras. Un monstruo que parece aparecer en la ausencia del amado, en la ausencia del mundo o en medio del ruido del propio mundo. Uno se encuentra con el monstruo propio cuando se escucha en la soledad, cuando se ausenta de sí mismo, cuando percibe que el yo es una construcción generada en el mundo y en los otros.
En este sentido, no es determinante por parte de la creación de Garrigues este absoluto; sí lo es sin embargo el trabajo en el linde de esta concepción, cuando el monstruo aparece y desaparece ante el público y no acabamos de identificar si es el monstruo o es el bailarín quien está delante de nosotros. No sabemos quién de los dos habla cuando habla, quién de los dos responde en off cuando suena su propia voz, a quién de los dos pertenecen los textos proyectados, quién de los dos se encuentra consigo mismo en lo que podría ser una fiesta y decide huir para encontrarse, o si realmente huye o es que se busca en la misma fiesta.
Es todo un juego de espejos a través de las máscaras. Máscaras más o menos inquietantes, más o menos definidas: la que oculta el rostro y es como piel de todo el cuerpo, la chaqueta con brillos o el propio Garrigues sin ropa muy definida, como neutro.
Entre todos los reflejos que conformarían la identidad está el tránsito o la búsqueda de ésta por medio del movimiento. Un movimiento energético, casi violento en algunos casos, cuando se lanza al suelo, que siempre queda retenido sin embargo en una suspensión; una suspensión reiterada que denota contención y al mismo tiempo fragilidad; contorsiones, flexiones, pliegues más bien, que nos inquietan en el tránsito casi constante a formas extrañas del cuerpo que nos reiteran la monstruosidad.
Extrañeza continua ante todos los reflejos para hablarnos de una identidad buscada e inexistente, acentuado por una luz tenebrosa a veces, una sombra del mismo bailarín que es otro reflejo, y por un sonido y una música que puede recordarnos una película de suspense, de terror, pero que nos acerca más a la emoción del que se busca que al miedo.
Al parecer es este trabajo un trabajo en proceso y sin embargo aunque es algo más de media hora, con cinco minutos nos basta para entrar en él. No esperamos más de él, aunque podríamos estar horas mirándolo, disfrutándolo, ahondando en él.
Es un camino precioso el que ha abierto Pep Garrigues en la creación que yo al menos, me gustaría transitar más veces.